Phares in Spanish
Interview in el Mundo de Madrid with Professor Walid Phares conducted by Rosa Meneses and published in February 12, 2011, as the Egyptian revolt was unfolding. Phares predicted even before the fall of President Mubarak that the Muslim Brotherhood will try to hijack the revolution, sidline the youth, seculars, women and Copts and promote an Islamist state in Egypt. Phares, once more, projected early on, right on target.
Interview in el Mundo de Madrid with Professor Walid Phares conducted by Rosa Meneses and published in February 12, 2011, as the Egyptian revolt was unfolding. Phares predicted even before the fall of President Mubarak that the Muslim Brotherhood will try to hijack the revolution, sidline the youth, seculars, women and Copts and promote an Islamist state in Egypt. Phares, once more, projected early on, right on target.
LUGAR DENACIMIENTO: Beirut / EDAD: 52 años / CREDO: Cristianomaronita / FORMACIÓN: Doctor en Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos por la Universidad de Miami / OCUPACIÓN: Profesor y asesor del Congreso de EEUU sobre Oriente Próximo / AFICIONES: El tenis y la lectura / SUEÑO: La paz global y la conquista del espacio
ROSA MENESES / Madrid
Hace meses que Walid Phares predijo una ola de levantamientos populares en Oriente Próximo. Vaticinó exactamente lo que está ocurriendo: que se desatarían movimientos sociales contra la opresión de los regímenes árabes. En su libro The Coming Revolution (La revolución que viene), publicado en diciembre pasado y que pronto tendrá edición española, asegura que las fuerzas democráticas en la región derrocarán las autocracias y revertirán las tendencias yihadistas.
Constante observador de las realidades de Oriente Próximo, Phares leyó bien las señales: «La alianza entre la Revolución de los Cedros [El Líbano, 2005] y la Revolución Verde [Irán, 2009] puede traer la democracia a la región». Experto en los complicados equilibrios de la región, Phares es profesor en la National Defence University (EEUU) desde 2006. A este país emigró hace 20 años, procedente de un Líbano que vivía los últimos estertores de su guerra civil. Actualmente, es analista en el canal de noticias Fox News y asesora al Congreso en materia de terrorismo. Esta semana viajó a Madrid, invitado por FAES para analizar los nuevos horizontes que se abren en el mundo árabe a raíz del tsunami libertario.
Pregunta.– Usted predijo las revueltas árabes. ¿Había señales claras de que el creciente descontento alimentaría una revolución? ¿Por qué los Gobiernos occidentales
no supieron interpretarlo?
Respuesta.– Hay múltiples señales que los Gobiernos de EEUU y Europa no supieron ver. No se dieron cuenta de que había movimientos de la sociedad civil en Oriente Próximo que eran más profundos que todos los conflictos que habíamos visto. La revuelta en Egipto no es la primera y no será la última. En mi libro, argumento que las revoluciones que vemos ahora mismo se supone que iban a ocurrir después del colapso de la Unión Soviética, cuando cayeron los regímenes comunistas de Europa central y oriental. Pero no ocurrió porque los regímenes en el mundo árabe y musulmán eran muy fuertes y porque EEUU detuvo el movimiento. Washington abandonó a los kurdos, a los sudaneses, a los movimientos democráticos en Argelia y Siria. Ello se debió a intereses económicos –el petróleo– y a las élites que eran parte de estos regímenes. Después de 2001 hubo dos señales de cambio: Afganistán e Irak. La primera explosión popular que vino como resultado de esta nueva era fue la Revolución de los Cedros en el Líbano, cuando 1,5 millones de personas tomaron las calles. Eso envió al resto de la región señales muy fuertes para otros jóvenes. En 2009, se desató la Revolución Verde en Irán. Vimos a millones de personas en las calles de Teherán (el 60% de ellos tenía menos de 19 años) y en su mayoría chicas. El asesinato de Neda la convirtió en símbolo de las mujeres que se levantan contra la opresión. Aunque ambas evoluciones fueron reprimidas, fue demasiado tarde: el mensaje estaba en la calle.
P.– ¿Cómo han influido las nuevas tecnologías en la conquista de un espacio de libertad?
R.– En el mundo árabe tenemos algo que yo llamo el mundo bloguero, que ha creado sociedades online paralelas que no pueden ser oprimidas. Lo que es interesante de la revolución de Facebook es que rompió el muro de silencio. Facebook es diferente de otros instrumentos de internet, porque uno pone su cara. Cuando 85.000 egipcios ponen su cara en Facebook –en la página que creóWael Ghonim–, ésta sí que es una cultura de cambio. ‘¿Quieres detenernos? Arresta a 85.000 personas’, querían decir. Se parece a los principios de Ghandi.
P.– ¿Qué papel han tenido los islamistas en la revolución egipcia?
R.– Los primeros tres días de manifestaciones estaban capitalizados por la blogosfera, que suscitó el interés de la clase media y la burguesía y que luego caló en las clases más bajas, los trabajadores. Un movimiento social pacífico, sin quema de banderas, sin eslóganes islámicos. Luego este movimiento avanzó en Egipto y la comunidad internacional lo protegió e instó a Mubarak a que no disparara contra los manifestantes. Sólo entonces, los Hermanos Musulmanes y los otros partidos de oposición empezaron a apoyar la revolución. Se unieron en el tercer o cuarto día.
P.– ¿Existe el peligro de que los Hermanos Musulmanes capturen la revolución? Eso fue lo que pasó en 1979, cuando la revolución iraní fue robada por los jomeinistas.
R.– Hay un peligro muy real de que esto pase. Pero si comparamos Irán y Egipto, hay parecidos y diferencias. Las similitudes es que los jomeinistas, muy bien organizados, se concentraron primero en que el sha se fuera y luego destruyeron a los otros componentes de la oposición para tomar el poder. Eso es comparable con la situación de los Hermanos Musulmanes, muy bien organizados, que cuentan con el apoyo de los petrodólares del Golfo y de una red de televisiones por satélite (incluidas Al Yazira, Al Manar y Al Alam). Tienen igualmente la intención de apropiarse de la revolución y secuestrarla. Mi conclusión va más allá: el riesgo de que los Hermanos Musulmanes estén secuestrando la revolución no es simplemente alto; es que eso es lo que está ocurriendo.
P– ¿Y cómo lo están consiguiendo?
R.– Los Hermanos Musulmanes trabajan día a día en el plano de lo visible y de lo invisible. Tienen presencia en la plaza Tahrir y utilizan al mismo tiempo la taqiya –un concepto yihadista que significa no decir exactamente lo que se quiere–. Dicen que no están interesados en establecer un Estado islámico, que están en favor de la democracia y de las elecciones, con el fin de ganar tiempo para subir al poder. La estrategia es ser aceptados en la oposición para obtener protección y, mientras, están negociando con el Gobierno. Luego querrán presentarse a las elecciones y ganar un número de escaños y, finalmente, obtener algunos ministerios –y no están interesados en Defensa o Exteriores, sino en Educación: las madrasas–. Los Hermanos Musulmanes pueden maniobrar muy bien entre los jóvenes seculares y el Gobierno [de transición] para debilitar a ambos. La amenaza es real, pero aquello que puede ayudar a detenerlos es el elemento juvenil en Egipto con el reconocimiento de la comunidad internacional.
P.– ¿Piensa que la ausencia de un líder claro en la oposición puede ser un gran obstáculo para que esta intifada llegue a buen puerto?
R.– Es absolutamente cierto que la falta de un dirigente en la sociedad civil secular, en las fuerzas democráticas que son la esencia de la revolución, es un problema porque no habrá una figura con la que negociar. Lo hemos visto en Túnez y ahora en Egipto.
P.– De las figuras que se barajan para liderar la transición –Omar Suleiman, Mohamed El Baradei, Amr Musa...–, ¿quién puede catalizar el consenso de la población egipcia?
R.– Ninguno de ellos representa a los manifestantes. Sus nombres no salen a relucir entre los que están en la plaza Tahrir. Es una tarea dura para Occidente ahora. El Baradei es muy conocido internacionalmente y puede jugar un buen papel en la transición, en el diálogo y posiblemente en un
Gabinete interino de unidad nacional. Amr Musa representa la vieja guardia. Era crítico con Mubarak porque le consideraba demasiado moderado y por eso no creo que la nueva era en Egipto quiera a Amr Musa, que sería más duro con el proceso de paz árabe-israelí y con los estadounidenses, por ejemplo.
P.– ¿Qué papel puede tener la minoría copta en el Egipto del futuro?
R.– Los cristianos coptos han estado representados y han trabajado en esta revolución Estas manifestaciones se han inspirado en las protestas de los coptos tras los ataques a iglesias en Alejandría y otras ciudades egipcias. Las primeras manifestaciones fueron de estudiantes coptos en Alejandría y El Cairo. Cuando protestaron en los campus universitarios, el resto de la juventud egipcia se dio cuenta de que ellos también podían manifestarse. Por eso, los jóvenes liberales, movimientos sociales y coptos pueden formar una coalición que debe ser reconocida por la comunidad internacional.
P.– ¿Qué opina de la postura del presidente de EEUU, Barack Obama? ¿Piensa que ha sido por momentos confusa y algo titubeante?
R.– Ha sido una postura poco clara, que iba en todas las direcciones y en ninguna al mismo tiempo. Estas grandes dudas en política exterior se deben a varias razones. La primera es que hay múltiples centros de decisión en EEUU y cada uno está preocupado por una cosa. Defensa inmediatamente se preocupa por el estatus de las Fuerzas Armadas egipcias y el canal de Suez. En Exteriores, por los acuerdos de Camp David y qué pasará con Israel. También hay un órgano de asesores que lleva años haciendo lobby por iniciar un diálogo con los Hermanos Musulmanes. Y luego está el Congreso, que tiene el papel más importante, y al que le preocupan la democracia, los derechos humanos y el yihadismo. Lo que Obama no
quiere oír de la oposición es que «perdió Egipto» en favor de los Hermanos Musulmanes o el caos y de ahí la falta de firmeza en apoyar al movimiento democrático.
P.– Hay expertos, como Ahmed Rashid, que advierten del peligro de que Al Qaeda aproveche el vacío de poder para penetrar en Egipto.
R.– Al Qaeda no necesita un gran caos para hacerse fuerte en Egipto. Puede actuar ahora mismo y de hecho ya actuó cuando Mubarak estaba en el poder. El factor del terrorismo será más fuerte cuanto más se retrase la llegada de la democracia. La victoria a largo plazo sobre Al Qaeda no es policial sino que es la desradicalización ideológica, lo que se conseguiría con un Gobierno secular.
P.– Hasta ahora, Occidente ha creído que apoyarse en regímenes dictatoriales en Oriente Próximo era la forma de combatir el radicalismo islámico. ¿Las revoluciones democráticas pueden hacer cambiar esta
doctrina?
R.– La nueva era será más larga de lo que se espera, va a ser desordenada, pero nos va a llevar al otro lado. Teníamos regímenes totalitarios sin democracia pero tampoco sin un fin del yihadismo (Arabia Saudí, Egipto, Argelia y Túnez antes de la caída de Ben Ali) que se valen del statu quo para perpetuarse. Pero ahora avanzamos hacia un cambio de cultura política. Estos regímenes no querían ese cambio y el yihadismo se valía de ese statu quo para crecer. Con las revoluciones populares hay una esperanza de que en el sur delMediterráneo habrá países que se parecerán más a Grecia y España que a los talibán y a Jomeini.
P.– ¿Se extenderán las revueltas a otros Estados, tras el éxito de Egipto y Túnez?
R.– El Egipto que salga de esto va a impactar definitivamente al resto del mundo árabe: Yemen, Jordania... Y yo diría que la mayor revolución será de nuevo en el norte de África: en Argelia. Este Oriente Próximo no será el mismo nunca más. No hay vuelta atrás al viejo orden. Pero aún no estamos en el nuevo Oriente Próximo sino que nos encontramos en una etapa provisional. Se trata de una revolución sin tregua.
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